Lira y Fuego: dos almas gemelas que se enfrentan al destino

 


Lira y Fuego: dos almas gemelas que se enfrentan al destino


Había una vez, en un mundo de fantasía, una elfa oscura llamada Lira, que vivía en una caverna oculta en las montañas. Lira era una hechicera poderosa, que dominaba el arte de la oscuridad y la ilusión. Con su magia, podía crear sombras, ilusiones, y encantamientos que le servían para defenderse y para explorar los secretos del mundo. Lira era una elfa curiosa y aventurera, que le gustaba aprender cosas nuevas y descubrir lugares desconocidos.

Sin embargo, Lira se sentía sola, pues no tenía amigos ni familiares que la quisieran. Todos los demás elfos la temían y la rechazaban por su aspecto y su magia. Lira era diferente a los otros elfos, que eran de piel clara y cabello rubio, y que usaban la magia de la luz y la naturaleza. Lira era de piel morena y cabello negro, y usaba la magia de la oscuridad y la ilusión. Los otros elfos la consideraban una aberración, una maldición, y una amenaza. Por eso, Lira se había refugiado en la caverna, donde nadie la molestaba ni la juzgaba.

La caverna de Lira era un lugar maravilloso, iluminado por cristales mágicos de todos los colores. Los cristales eran la fuente de la magia de Lira, y le permitían comunicarse con otras dimensiones y realidades. Lira había coleccionado muchos cristales a lo largo de su vida, y los había colocado en diferentes partes de la caverna, creando un ambiente acogedor y misterioso. Lira también tenía muchos libros, joyas, y objetos raros que había encontrado en sus viajes por el mundo. La caverna era su hogar, su tesoro, y su refugio.

Un día, mientras exploraba las profundidades de la caverna, Lira encontró un huevo de dragón. Era un huevo grande y rojo, que desprendía un calor intenso. Lira sintió curiosidad y se acercó al huevo. Al tocarlo, el huevo se rompió y de él salió un bebé dragón. El dragón era de color rojo, con escamas brillantes y ojos amarillos. Al ver a Lira, el dragón se acurrucó en sus brazos y emitió un sonido cariñoso.

Lira se sorprendió y se emocionó al mismo tiempo. Nunca había visto un dragón, ni había sentido tanto afecto por nadie. Lira decidió adoptar al dragón y lo llamó Fuego, por su aliento ardiente. Lira y Fuego se hicieron amigos inseparables, y pasaban el tiempo jugando y aprendiendo juntos.

Lira le enseñó a Fuego a controlar su aliento de fuego, que era una habilidad muy importante para los dragones. Le mostró cómo encender una antorcha con una pequeña llama, cómo apagarla con un soplo, y cómo hacer formas divertidas con el fuego. Fuego se divertía mucho con los ejercicios de Lira, y pronto aprendió a manejar su aliento de fuego con destreza.

Fuego también le enseñó a Lira muchas cosas sobre los dragones, que eran unas criaturas fascinantes. Le contó que los dragones podían vivir cientos de años, que podían volar por los cielos, y que tenían un gran conocimiento sobre el mundo. Fuego le dijo que su sueño era salir de la caverna y ver el sol, las estrellas, y los otros dragones. Lira le prometió que algún día lo llevaría a ver el mundo exterior, cuando fuera más grande y fuerte.

Así pasaron los años, y Lira y Fuego crecieron juntos. Lira se convirtió en una elfa hermosa y sabia, y Fuego en un dragón majestuoso y poderoso. Ambos se querían mucho, y se protegían el uno al otro. Sin embargo, no todo era felicidad para ellos. Los demás elfos seguían temiendo y odiando a Lira, y más aún cuando supieron que tenía un dragón como amigo. Los elfos consideraban a los dragones como monstruos peligrosos, que debían ser cazados y exterminados. Los elfos empezaron a planear un ataque contra Lira y Fuego, para acabar con ellos y robar sus tesoros.

Un día, mientras Lira y Fuego estaban fuera de la caverna, explorando el mundo exterior, los elfos aprovecharon para entrar en su hogar. Los elfos saquearon la caverna, y se llevaron todos los cristales mágicos, las joyas, y los libros de Lira. También encontraron el collar que Lira le había regalado a Fuego, cuando era pequeño. Era un collar de plata, con un rubí en forma de corazón. El collar era mágico, y le permitía a Fuego cambiar de forma a voluntad. Lira le había dado el collar a Fuego, para que pudiera pasar desapercibido entre los humanos, y para que pudiera expresar sus emociones con más facilidad. El collar era el símbolo de su amistad, y Fuego lo llevaba siempre con orgullo.

Los elfos se llevaron el collar, pensando que era una reliquia valiosa. Cuando Lira y Fuego volvieron a la caverna, se encontraron con el desastre. Lira se puso furiosa, y Fuego se puso triste. Ambos se sintieron traicionados y heridos por los elfos. Lira juró vengarse, y Fuego la apoyó. Lira usó su magia para rastrear a los elfos, y los siguió hasta su ciudad. Allí, Lira y Fuego se enfrentaron a los elfos, con rabia y dolor.

Lira lanzó hechizos de oscuridad e ilusión, creando sombras y pesadillas que atemorizaron a los elfos. Fuego lanzó su aliento de fuego, incendiando las casas y los árboles de los elfos. Los elfos se defendieron con sus arcos y sus espadas, pero no podían hacer frente a la fuerza y la magia de Lira y Fuego. Muchos elfos murieron, y otros huyeron despavoridos. Lira y Fuego buscaron entre los restos de la ciudad, hasta que encontraron el collar de Fuego. Lira se lo devolvió a Fuego, y ambos se abrazaron con alivio.

Pero su alegría duró poco. De repente, apareció un grupo de cazadores humanos, que habían sido alertados por el humo y el ruido de la batalla. Los cazadores eran unos hombres crueles y codiciosos, que se dedicaban a cazar dragones y otras criaturas mágicas, para vender sus pieles, sus huesos, y sus órganos. Los cazadores vieron a Lira y a Fuego, y se lanzaron sobre ellos, con sus redes, sus lanzas, y sus ballestas. Lira y Fuego se sorprendieron por el ataque, y no tuvieron tiempo de reaccionar. Los cazadores los capturaron, y los ataron con cadenas de hierro. Los cazadores se burlaron de ellos, y les dijeron que los iban a llevar a su campamento, donde los torturarían y los matarían.

Lira y Fuego se sintieron desesperados, y se miraron con tristeza. Habían perdido su hogar, su libertad, y su felicidad. Habían sido traicionados por los elfos, y capturados por los humanos. No tenían esperanza de escapar, ni de volver a ver el sol, las estrellas, y los otros dragones. Solo se tenían el uno al otro, y se juraron que no se rendirían, y que lucharían hasta el final.

Los cazadores llevaron a Lira y a Fuego a su campamento, donde los encerraron en una jaula de hierro. Los cazadores se prepararon para torturarlos y matarlos, pero antes decidieron divertirse un rato con ellos. Los cazadores se burlaron de Lira y de Fuego, les lanzaron piedras y palos, y les hicieron preguntas ofensivas. Los cazadores querían saber cómo se habían conocido, cómo se llamaban, y qué sentían el uno por el otro.

Lira y Fuego no les respondieron, y se mantuvieron en silencio. Solo se miraban con amor, y se daban ánimos. Lira le dijo a Fuego que no perdiera la esperanza, que quizás pudieran escapar, o que alguien viniera a rescatarlos. Fuego le dijo a Lira que no tuviera miedo, que él la protegería, y que moriría por ella. Ambos se juraron que se quedarían juntos, hasta el final.

Los cazadores se enfadaron por la actitud de Lira y de Fuego, y decidieron acabar con ellos. Los cazadores sacaron sus cuchillos y sus hachas, y se acercaron a la jaula. Los cazadores abrieron la jaula, y agarraron a Lira y a Fuego. Los cazadores levantaron sus armas, y se dispusieron a asestar el golpe final.

Pero en ese momento, ocurrió algo increíble. De repente, el cielo se oscureció, y se oyó un estruendo. Una sombra gigantesca cubrió el campamento, y un rugido ensordecedor resonó en el aire. Era un dragón, un dragón enorme y negro, que volaba por los cielos. El dragón había visto el humo y el fuego de la batalla entre Lira y los elfos, y había seguido el rastro hasta el campamento de los cazadores. El dragón reconoció a Fuego, y se dio cuenta de que era su hijo.

El dragón era el padre de Fuego, que lo había dejado en la caverna cuando era un huevo, para protegerlo de los cazadores. El dragón había estado buscando a su hijo durante años, y al fin lo había encontrado. El dragón se llenó de alegría y de ira, al ver a su hijo vivo, pero en peligro. El dragón decidió salvar a su hijo, y a su amiga, de los cazadores.

El dragón lanzó un aliento de fuego, que incineró a los cazadores, y liberó a Lira y a Fuego. El dragón se posó en el suelo, y se acercó a Lira y a Fuego. El dragón abrazó a Fuego, y le dijo que lo amaba, y que estaba orgulloso de él. Fuego abrazó a su padre, y le dijo que lo extrañaba, y que le agradecía. Luego, el dragón se dirigió a Lira, y le dijo que la respetaba, y que la consideraba parte de su familia. Lira se sorprendió y se emocionó, y le dijo que lo admiraba, y que le agradecía. Luego, el dragón les propuso a Lira y a Fuego que se fueran con él, a vivir en su reino, donde había más dragones, y donde serían felices y libres. Lira y Fuego aceptaron la propuesta, y se subieron al lomo del dragón. El dragón alzó el vuelo, y se llevó a Lira y a Fuego, lejos del campamento, lejos de los elfos, y lejos de los humanos. El dragón los llevó a su reino, donde los presentó a los otros dragones, que los recibieron con alegría y respeto. Lira y Fuego se sintieron felices, y se dieron cuenta de que habían encontrado su verdadero hogar.

Moraleja: La verdadera amistad no conoce de razas, ni de especies, ni de magias. La verdadera amistad se basa en el amor, el respeto, y la lealtad. La verdadera amistad puede superar cualquier obstáculo, y puede encontrar la felicidad.

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